ADIÓS PAPÁ
Guille es un shock en sí mismo. Sus ojos hundidos en las ojeras que son el mapa
de sus desvelos, permanecen en continua alerta ante un mundo que se escapa
de toda explicación. Su figura más cercana yace en una tumba abandonada,
sobre la que su madre ha construido una familia de plástico y mármol. Han
negado su esencia, sus raíces y el duelo ha sido silenciado. Los sueños nunca
fueron un refugio para él, pues se muestran sus más profundos pesares.
Envuelto en una lucha contra Morfeo, juega mando en mano a matar a
personajes que se desangran como su alma. El mutismo de Guille me impide
llegar a él pero serán sus trazos sobre un papel corriente los que podrán a ratos
evocar el desastre. El sufrimiento de Guille habla con tinta negra y monstruos
mucho más amables que los que vienen a visitarle cuando al fin sus ojos
derrotados se permiten una tregua. Cuéntame tus sueños niño perdido, dime a
qué sabe tu enojo, pon en palabras aquello que te convirtió en nada, pues eres
tú, y eso es todo.