Hoy se acaba la obligatoriedad de llevar mascarilla en el interior de los locales y desde que se quitó la prohibición de usarlas en exterior hemos escuchado que está resultando un problema prescindir de ella para algunas personas, especialmente para los púberes y adolescentes. Sin embargo el rechazo a quitarse la mascarilla no siempre es por el mismo motivo; será en el caso por caso donde podremos saber si es un problema o solo algo transitorio y así poder evaluar la mejor manera de entenderlo. Aquí expongo algunas reflexiones al respecto que invitan a poder hacernos nuevos interrogantes sobre lo que significa ser adolescente en el año dos mil veintidós.
¿Por qué no se quitan la mascarilla?
1. Por vergüenza.
La vergüenza es el sentimiento de no querer que otros vean nuestra falta, lo que suponemos defectuoso o inapropiado en nosotros. La mascarilla tapa la nariz, la boca y la mayor parte de la cara. Atributos fundamentales de la “belleza”. Atributos que crecen con desmesura en la pubertad: narices hinchadas, pómulos con espinillas, bocas con dientes torcidos o con alambres correctores. La pubertad ha pillado a muchos y muchas tras las pantallas de las clases online, el paso a la presencialidad dejó a algunos en casa (adolescentes y púberes a los que la vida se les paró cuando más necesitaban lo de afuera, los casos más graves ) y otros han florecido hormonalmente con un elemento que les ayuda a ocultar lo que les avergüenza: su propia extrañeza ante el espejo, su propio asombro ante sus caras que cambian por minutos y les resultan monstruosas y desconocidas. Incontrolables pelos, granos y rojeces suceden en los rostros ocultos tras las mascarillas. Aquí su función es similar a la de los flequillos que toda la vida se han dejado los chicos para tapar sus frentes, los pelos por la cara de las púberes para no ser vistas en su proceso de tránsito, los jerséis anchos que tapan caderas , las gafas que agrandan los ojos, la sudadera anudada que tapa el culo. Siempre hubo utensilios para tapar las vergüenzas, el problema es qué se están perdiendo por ocultarlas, por no poder verlas en sus iguales y poder solidarizarse, qué pierden por no poder descubrirse, por no poder anteponer la curiosidad a la vergüenza aunque haya días que no sepan ni quiénes son.
2. Por temor a no ser perfectos
A muchas personas y no solo a los adolescentes, les produce temor quitarse la mascarilla ante personas que no les han visto nunca sin ella. Y esto se puede convertir en algo muy persecutorio, puesto que la idea que el otro tiene de mí lleva mucho tiempo cociéndose y quitarme la mascarilla es mostrarme demasiado ( cuanto menos vea el otro de mí, mejor). Porque entre tanto ocultamiento y miedo a descubrirse se encuentra un miedo a mostrarse tal y como uno es. Porque a la vergüenza “normal” del púber se le añade una vergüenza endémica en esta sociedad que es la vergüenza por no ser perfecto. Y para eso las mascarillas son un súper recurso, son la versión menos glamurosa y más contaminante del utensilio estrella para tapar vergüenzas: las redes sociales con Instagram a la cabeza. La pandemia ha privilegiado aún más la vida virtual. Una vida sin defectos ni imperfecciones, una vida en la que cada uno puede mostrar solo un trozo de sí y ponerle mascarilla a todo lo que no se supone perfecto o ideal. De vuelta a la «normalidad» sin filtros ni pantallas, a muchas personas les resulta tremendamente vergonzoso mostrar una cara que no se corresponde con la mostrada en las redes. Y esta diferencia entre la cara virtual y la real es la que tratan de ocultar las mascarillas y la razón por la cual los adolescentes y también muchas personas que les doblan y les triplican la edad, sufren por no ser lo que prometieron en su perfil.
Por rebeldía.
Dice Silvia Bleichmar que mientras que los chicos sigan leyendo poesía en los cafés seguirá habiendo esperanza. Y algo de esperanza podemos entre-ver en esta negativa de algunos chicos a quitarse la mascarilla. No todo va a ser desilusión y paranoia, no hagamos como siempre hacemos los mayores y les tildemos de generación tirada sin intentar lo que haga falta para poder entenderles. Los adolescentes por definición hablan actuando, son las acciones su forma privilegiada de comunicación. Y lo hacen de forma paradójica, contradictoria, nunca sencilla ni entendible desde la superficie.
¿Qué pueden estar denunciando los jóvenes? ¿Que les miremos a los ojos y levantemos los nuestros de nuestras pantallas de padres- adolescentes? ¿Que se hartaron de tanto exhibicionismo mentiroso y necesitan ocultar y tener secretos por elección y no por vergüenza?¿Que para ellos esta pandemia no se les va a olvidar tan rápido como a las demandas del mercado? ¿Que la quimera de la imagen perfecta no es para ellos?
Seguramente haya una mezcla de vergüenza y de miedo en cada acción adolescente. Pero en ese mismo acto seguro que también hay una mezcla de esperanza y creatividad. La mezcla perfectamente imperfecta que necesitan estos adolescentes nuestros que tanta angustia están pasando.