Reflexionando sobre el Duelo. 

Parte I. ME DUELO

Ante la pandemia mundial todos nosotros estamos viviendo en alguna medida una pérdida. Pérdida de un ser querido, pérdida de un trabajo, pérdida de libertad, de salud, de vacaciones, de abrazos, de ceros en la cuenta bancaria. Adolecemos de ausencias que hace meses eran presencias, y también emergen presencias que querríamos enterradas como la enfermedad o la muerte.

En una sociedad que evita el sufrimiento y la consciencia de la finitud de la vida, ha venido un virus a colocarnos en el lugar vulnerable de absurdos mortales que nos define.Y más allá del mayor o menor miedo a la muerte, y de que nadie desea perder lo que ama, a no ser que nos aferremos a la idea ilusoria de ser intocables, lo importante es ¿qué hacemos con esas pérdidas?

EL DUELO 

El proceso por el cual un ser humano atraviesa el camino de superar una pérdida es el duelo, un término que proviene del latín y tiene dos significados: duelo de dolus, dolor y duelo de duellum, guerra o combate. Porque el intento de superar la pérdida del ser amado (o la idea, o la casa, o el trabajo que ya no volveremos a tener) precisa de una elaboración que duele y a su vez es una batalla contra la propia condición de no ser inmortales y un combate que se juega en nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro ser entero al ser sacudidos por la ausencia de aquello que tanto amamos.

¿Qué hemos perdido?

Cuando un ser querido muere o ante una ruptura amorosa, perdemos a la persona objeto de nuestro amor pero también perdemos una parte de nosotros mismos. “El duelo no es solamente perder a alguien es también perder una parte de sí” (Allouch,1996).

Cuando alguien (o algo) que ha sido importante deja de estar en nuestra vida, nosotros dejamos de lado también partes nuestras: el futbolista que deja de jugar en un equipo echará de menos a sus compañeros pero también la genuina alegría de meter un gol, cuando uno pierde a su padre ya nunca más olerá su perfume pero tampoco podrá sentirse tan agradecido con nadie como se sentía con su progenitor. Si tú ya no estás al otro lado de la cama extrañaré tu piel,  y yo ya nunca más me sentiré tan orgulloso como cuando íbamos cogidos del brazo. No solo te echo de menos a ti, también me echo de menos a mí contigo.

Cuando la otra persona (o idea, o trabajo, etc) que ya no está nos hacía mejores, sacaba lo mejor de nosotros, nuestro duelo ya no es solo por perderla sino también con perdernos a nosotros mismos. Esto puede ayudarnos a elaborar el duelo, reconfortarnos agradeciendo a la vida por haber tenido a esa persona entre nosotros, pero también puede ser un arma de doble filo.

By Mehmet Geren.

Hugo Bleichmar define la función narcisizante del objeto, como la búsqueda del objeto amado con el fin de que nos complete y nos llene una o varias faltas propias. Basar una relación de cualquier tipo en la idea de que el otro venga a tapar nuestros horrores es uno de los principales motivos de ruptura o desilusión en una pareja (nadie va a completarnos jamás), y a su vez uno de los motivos por los que un duelo normal puede convertirse en patológico, pues la pérdida es ya de nuestro propio yo, todo se derrumba y no quedan ni los tabiques de lo que fuimos sin nuestro amado.

El vació es enorme, nadie más lo llenará y el doliente cree que solo le queda seguir aferrado a la ilusión de bien recuperar a su amor (a veces solo posible en la fantasía) o de encontrar a alguien que se le parezca.

Ambos casos mantenidos en el tiempo no seguirán el curso del duelo que se consigue superar, pues quedaremos fijados a la persona perdida.

Si el duelo se encamina a preservar el objeto, nos sentiremos unos fieles y leales amantes (o hijos o empelados), pues no volveremos a buscar a nadie (ni nada) más, porque nuestra autoestima aumenta por cada lágrima que derramamos. No ha habido ni habrá un amor como el nuestro, en mi dolor guardo la ausencia a mi muerto ( literal o no) y soy un estoico enamorado del amor que resiste el dolor de la pérdida, mientras el resto de los mortales siguen sin saber lo que es amar de veras. Este relato si es temporal, puede generar poemas preciosos y lindas esculturas y si es eterno puede generar preciosos poemas y lindas esculturas también, pero además generará una cantidad de sufrimiento casi inhumano.

Otra forma de mantenerse unido al objeto perdido es buscarlo en otros. Todos conocemos a alguien cuyas novias/os se parecen demasiado a su ex mujer/ex marido. Ya no porque todas sean castañas y bajitas, sino porque todas son personas cortadas por el mismo patrón. Podemos decir que ese alguien es conservador y que no arriesga, pero cuando rompe con una detrás de la otra, podemos atisbar que quizás Manolo busca a Sara en todas y ni la encuentra ni la va a encontrar. Porque Sara se fue con María y porque ni Raquel, ni Marta ni Patricia son, ni quieren ser Sara.
Está claro que hay gustos, tipos de personas que nos atraen, pero si te pareces en demasiadas cosas a el/la ex de tu pareja, sal corriendo. Y nada que decir si a quien te pareces es a tu suegro/a (esto merece un texto aparte). Sal en cohete.

ELABORACIÓN DEL DUELO

El equilibrio entre reconocer al amado perdido como alguien único pero a la vez no exclusivo para merecer el amor de uno, se irá consiguiendo en el trabajo de duelo, despedirnos de lo que tuvimos para poder aceptar la llegada de nuevos posibles amores y vivencias, diferentes y originales, con los que seamos otra vez nosotros mismos (puntualizo, nosotros mismos renovados). Porque habremos perdido una parte de nosotros con la persona que se va, pero seremos más nosotros si la guardamos en un lugar especial que nos permita seguir adelante.

La pregunta más que porqué siento lo que siento ante la pérdida, es para qué. ¿Lo hago para elaborarlo y superarlo o lo hago porque me he quedado estancado en la contemplación de mí mismo amando aquello que perdí?

El duelo es un proceso complejo, es único y personal y depende de diversos factores, podemos pasar por etapas en las que nos quedemos fijados a lo perdido, podemos buscar en otros aquello que perdimos, pero como en todo proceso doloroso, necesitamos que haya cambios de perspectiva para poder superarlo. Más que una cuestión de tiempo, es una cuestión de trabajo psíquico que tendrá idas y venidas. No es cierto que el tiempo lo cure todo (aunque ayude), si no hay elaboración de la pérdida pasarán mas de mil años, pasarán. Y nos convertiremos en un bonito pero triste bolero.