Cuando vemos en las noticias o en nuestra vida real a personas superar adversidades, es uno de los pocos momentos en los que creemos en el ser humano. Simples mortales que ante situaciones horribles salen adelante a pesar de. Quizás estos héroes anónimos no vuelvan a ser los mismos tras la situación traumática, pero la mayoría suelen referir un fortalecimiento de sus habilidades para afrontar la vida tras el hecho terrible. ¿Qué diferencia a estas personas de aquellas que no son capaces de superar y revertir su situación? ¿Son ellos mejores, más inteligentes o menos débiles que los otros?
Borys Cyrulink, neurólogo y psiquiatra francés, fue el primero en usar el término resiliencia para definir la capacidad del ser humano para superar las adversidades. Él mismo tuvo que superar un trauma muy duro, el de escapar de un campo de concentración nazi donde se encontraba toda su familia de origen judío. Tras la guerra y tras perder a todos sus familiares en el campo, el pequeño Boris fue educado por unos granjeros que le dieron cariño, justo lo que necesitaba. También le inculcaron su amor a la literatura, lo cual le salvó y le animó de mayor a estudiar medicina y especializarse en psiquiatría infantil. Aquel acontecimiento de su infancia hizo al doctor Cyrulnik buscar respuestas al incomprensible comportamiento humano, y desde entonces, lleva años estudiando el comportamiento de bebés de diferentes culturas y orígenes. Sus estudios arrojan muchas claves para entender cómo el ser humano y en especial los niños, poseemos la habilidad de superar situaciones difíciles.
Algunas claves para ser resiliente
1. Desplegar nuestras guías de resiliencia: Un bebé recién nacido que protesta, llora y no puede calmarse, normalmente produce cierto rechazo en el adulto quien le verá como un niño molesto. Sin embargo un bebé precioso, bueno y tranquilo tendrá el beneplácito de sus padres. Hay herramientas de seducción para atraer a quien necesitamos nos ame que vienen de serie, otras las iremos aprendiendo durante la vida. El bebé protestón ante el trauma de no ser atendido sufrirá, pero cuando pase a otra etapa de su evolución, su instinto de supervivencia le hará desplegar herramientas para seguir intentando ser querido. Tratará de señalar objetos en cuanto sea capaz de hacerlo, y no señalará cualquier objeto, si no aquellos que presiente son queridos por sus cuidadores. Esto le hará ser atendido con más mimos, bebé llorón pasará a ser valorado por los adultos. En caso de que no sea atendido ni por esas, en la siguiente etapa evolutiva, la de la adquisición del lenguaje, bebé llorón tratará de seducir a sus cuidadores con la palabra, la herramienta más poderosa para entrar en la mente del otro. Ahora mamá (o quien sea su referente adulto) le prestará más atención, pues el niñito insoportable ya dice mamá y ella se derrite. ¿Qué ocurre si ni por esas el pequeño recibe el amor de sus cuidadores? Según muchas teorías, si no hemos recibido la atención y el cariño suficiente durante nuestra infancia seremos unos desgraciados de por vida. Sin embargo las investigaciones de Cyrulnik son optimistas al respecto.
En su libro “Los Patitos feos, una infancia infeliz no determina la vida”, Cyrulink muestra que mientras el niño siga desplegando sus herramientas ante los otros, hay esperanza para que sea capaz de superar sus experiencias de no amor. Está claro que estas herramientas pueden agotarse, que el niño maltratado y no validado por ningún adulto tiene menos posibilidades de seguir intentándolo, pues sus armas siempre fracasan. Pero la llegada de un adulto en su infancia que sí valide sus intentos de ser querido, o en su adolescencia la llegada de amigos que le apoyen y comprendan, o el descubrimiento por parte de un maestro de una habilidad especial en él , podrán hacerle superar las adversidades de antaño. Con lo cual además de las herramientas de seducción necesarias, es importante que en el otro lado haya alguien que las valore.
2. Otro que nos valide. Niños adoptados por familias que les dan el cariño que no tuvieron en los orfanatos, adolescentes que se encuentran con profesores que les descubren el amor por el conocimiento, personas que sufren accidentes de tráfico y son apoyadas por personas que pasaron por lo mismo. Está en manos de todos ayudar a los demás a ser resilientes. Todos somos carne de cañón para que nos pasen cosas, todos somos carne de cañón para ayudar a las personas que les pasan cosas. Está claro que por muchas ganas de salir adelante que tengamos, si el mundo que nos rodea no nos responde, si las personas cercanas no nos miran, será muy complicado salir hacia adelante solos.
3. No ser re-victimizados. Las personas vulnerables, como los niños o las víctimas de situaciones traumáticas, necesitan a esos otros enfrente más que nadie. Y sin embargo existe un fenómeno del otro lado que es muy común, y que (casi siempre) sin mala intención re-victimiza a estos luchadores y buscadores incansables de apoyos. Pobre niño abandonado, con lo que ha sufrido está predestinado al fracaso seguro. Pobre mujer violada, su vida está destrozada, no me extraña que tenga una depresión profunda. Así que les colocamos en el cajón de los perdedores y les mandamos mensajes de lástima pero no de superación y esperanza. La sociedad responde a estas víctimas validando su dolor desde un lugar paternalista, que les envía un peligroso mensaje: con lo que te ha pasado no me extraña que ya no puedas más. Y voy más allá, una persona que sale a tomar una copa y divertirse tras una situación traumática, es criticada por no andar guardando luto en su casa por lo ocurrido. Vean la obra de teatro «La Jauría” que trata el juicio de la manada, un claro ejemplo de re-victimización. La chica es cuestionada durante todo el juicio porque tras su violación salía de fiesta con sus amigos. Sus intentos de salir adelante son castigados con la duda (televisada)de si el trauma fue tal, en vez de reconocerle su valentía por seguir con su vida .
Doblemente apaleadas, por un lado por el trauma original, por otro lado por una sociedad que les mira con lástima, las víctimas no lo tienen nada fácil. La compasión es un comportamiento humano muy válido, pero tras un periodo de arrope, alargarla en el tiempo resulta infértil. Piensen en las personas que han sufrido traumas en su vida, seguro que alrededor suyo tienen gente que les han inculcado que sí se puede.
4. El humor. ”La esencia del humor reside en el hecho de que uno se ahorra los afectos a los que debería dar lugar una determinada situación, y en que uno se sitúa por encima de esas manifestaciones emocionales gracias a la broma” decía Freud.
Cuando podemos reírnos de un acontecimiento doloroso significa que lo estamos elaborando, que aunque aún duela, tenemos recursos para relativizarlo. El desarrollo del sentido del humor debería ser una asignatura obligatoria de la escuela, pues como dice Cyrulnik: “con el humor se evita añadir al dolor del arañazo el sufrimiento de la representación del arañazo(….)el humor sirve para metamorfosear un sufrimiento, para transformar una percepción que hace daño en una representación que hace sonreír”.
5. Ir a la guerra. Parece obvio, pero para salir de la derrota, para superar dificultades, hay que ser derrotado, hay que tener dificultades. No conozco a nadie que jamás haya tenido un problema, pero cada vez es más común la educación sobreprotectora que se adelanta al trauma en demasía. Madres que llevan apresuradas a sus hijos el olvidado bocadillo al recreo, padres que hacen los deberes con sus hijos renunciando a todo lo demás. Si el niño no se come el bocata en el patio, tendrá que desplegar sus herramientas, como acercarse a otro compañero para que le comparta sus galletas, lo que puede llevarle a darse cuenta de que odia los bocadillos de mamá todo poderosa y además, se llevará un nuevo amigo. El niño que un día no lleva los deberes hechos a clase recibirá una bronca del profesor, y quizá esa misma tarde no haya que repetirle mil veces que se siente a estudiar. Con mesura y sin ser unos perversos, también hay que permitir a los niños que tengan sus traumitas y esperar sentados cómo los resuelven, porque a la guerra van a tener que ir, y quizá ya nosotros no podamos acompañarles. Los primeros que caen en el pelotón son los que esperan que vengan otros a salvarles.
Para ser resiliente hay que tener herramientas, y esas herramientas se usan cuando en situaciones pasadas nos sirvieron para algo. Como dice Boris Cyrulnik , «uno llega a la guerra con las armas que tiene», pero para saber usarlas y llevarlas afiladas, antes hemos tenido que tener éxito en su uso. El éxito en la vida es saber levantarse, y aunque lo intentemos solos, si hay alguien que en vez de levantarnos y ahorrarnos el esfuerzo nos da aliento y ánimos, tendremos una nueva arma para la siguiente derrota. Nadie quiere sufrir ni ser víctima, pero la vida es siempre incierta. Sin embargo, sí podemos ser quien ayude a fortalecerse a quien ha sido debilitado.
Boris nunca quiso que aquel trauma infantil le sucediera, pero nadie puede cambiar el pasado. Sin embargo aquellos campesinos sí pudieron cambiar su suerte, primero llorando sus penas, después dándole libros, amor, y esperanza.