Muchas personas acuden al psicólogo por cuestiones laborales como motivo . Un compañero que hace la vida imposible, un jefe que cambia horarios a última hora, grita, amenaza, un superior que avergüenza, tiraniza, ningunea. Del otro lado un empleado que psicomatiza al borde del ataque de pánico, y no puede dejar el trabajo por que las facturas se agolpan en el buzón.
Como psicólogos debemos ser cuidadosos ya que intentamos ayudar a nuestros pacientes con lo que sí pueden hacer ellos, y muchas veces no hay más remedio que quedarse y nuestra labor consiste en acoger su desesperanza. A veces surgen nuevos lados que iluminar, y vemos personas tiranizadas en el trabajo que también lo fueron en la escuela, en casa, en pareja. Y podemos preguntar si acaso hay un modo de estar en el mundo sometido al amo que se repite en nuestro paciente. A veces ese modo es descubierto y aunque asusta genera un pequeño movimiento en el paciente, que se vuelve un poco más dueño de su malestar, y es ahí donde igual puede hacer algo. Pero no siempre aún sabiéndose uno puede hacer gran cosa, por que este mundo se aprovecha de los sometidos y a la hipoteca le quedan 230 cuotas por abonar.
Ahí los psicólogos somos responsables de tratar de no mandar mensajes que vuelven a someterles, esta vez del lado de mandatos tipo “el que quiere puede”, “si proyectas lo que deseas ocurrirá “y demás soflamas que no tienen en cuenta situaciones sociales inabarcables por quien nos visita.
Lo llaman mobing o bulling por no decidirlo en castellano que suena más serio, más duro, pero no debemos quedar embaucados con el lenguaje, se llaman acoso laboral y acoso escolar y no son problemas de gente que se deja ningunear por otra , son problemas sociales que requieren miradas complejas y firmes. Son modos de tratarnos que se mantienen por que interesan, y que se ensayan primero en el cole imitando el mundo de los mayores.